El 15 de agosto de 1972, prisioneros pertenecientes al ERP, las FAR y Montoneros organizan una fuga masiva de la cárcel de Rawson que se ve frustrada por la descoordinación con el apoyo externo que nunca llega a destino.
Dos grupos de militantes, uno de 6 y otro de 19, logran huir. En el primero iban los dirigentes del ERP Mario Santucho, Domingo Menna y Enrique Gorriarán Merlo; de las FAR, Marcos Osatinsky y Roberto Quieto; y de Montoneros, Fernando Vaca Narvaja. En el aeropuerto de Trelew toman el avión de la empresa Austral que había sido previamente copado por militantes que iban en el vuelo. El segundo grupo arriba cuando el avión carreteaba en la pista.
Este grupo brinda una conferencia de prensa donde responsabiliza a la dictadura encabezada por Alejandro Agustín Lanusse de la suerte que corrieran sus vidas y se entregan. El militante del ERP Rubén Pedro Bonet, señaló a los periodistas: “Nuestro objetivo, haber tomado la cárcel, haber venido hasta aquí e intentado la fuga, ha sido reincorporarnos a la lucha activa”, y agregaba “ya que estamos en la Patagonia concebimos esta Nación y esta lucha como la continuación de la que libraron todos los obreros rurales y los obreros industriales en el año 1921 y que fueron asesinados por el Ejército, por la represión”.
Los militantes fueron trasladados a la Base Aeronaval Almirante Zar, donde, el 22 de agosto de 1972, serán fusilados por un pelotón bajo las órdenes del capitán Luis Emilio Sosa. De los 19 prisioneros sobrevivirán 3: Luis Alberto Camps y María Antonia Berger de las FAR y Ricardo Berger de Montoneros (todos desaparecidos durante la última dictadura militar) quienes van a denunciar el aberrante crimen cometido por los militares. Luis Alberto Camps explicará en el texto de Paco Urondo, La Patria fusilada que: “Para nosotros relatar lo de Trelew es una obligación. Para con nuestro pueblo, por todos los compañeros que murieron allí, que aportaron con su muerte, con su lucha a este proceso”.
La fuga del penal de Rawson y la posterior masacre de Trelew abrió una profunda crisis en la dictadura, que debió asumir la decisión del crimen ejecutado por la Marina, aduciendo que los fusilamientos se habían producido ante un fallido intento de nueva fuga. La realidad es que los militares entraron a las celdas y dispararon a mansalva contra los cuerpos de los militantes. El 5 de septiembre de 1972, el entonces capitán de navío Horacio Mayorga declaró en la misma base Almirante Zar: “No es necesario explicar nada. Debemos dejar de lado estúpidas discusiones que la Armada no tiene que esforzarse en explicar. Lo hecho bien hecho está. Se hizo lo que se tenía que hacer. No hay que disculparse porque no hay culpa. La muerte está en el plan de Dios no para castigo sino para la reflexión de muchos”. El velorio de los militantes asesinados en el local del Partido Justicialista de la Capital Federal fue brutalmente reprimido por la Policía Federal que actuaba bajo las órdenes del Ministro del Interior, el radical Arturo Mor Roig.
Info: Facundo Aguirre